El despiadado país de las maravillas es un Tokio futurista dónde un calculador se ve envuelto en un thriller de ciencia- ficción. El protagonista se ve envuelto en la guerra que dos instituciones paragubernamentales mantienen por obtener el control de la información, en dicha lucha persiguen los resultados científicos de un sabio anciano que realiza complicados experimentos con el cerebro.
El fin del mundo es una ciudad fabulosa dónde habitan unicornios y personas que hace tiempo que perdieron su sombra. Se encuentra rodeada por una axfisiante muralla que no deja salir a quien haya entrado. El relato de este fin del mundo transcurre como un sueño kafkiano, dónde el protagonista busca una salida de un mundo imposible de escapar, dónde él es un extraño mientras observa como el resto de los habitantes parece que viven esa fantasía con total normalidad.
En muchos momentos de la novela se perciben elementos distintivos de Murakami (y que ya ví en Tokio Blues). En primer lugar tenemos la ambientación: melancólica, realista y repleta de referencias pop. En segundo lugar: un personaje principal: solitario (aunque esté rodeado de gente), y demasiado pasivo (quizás lo que menos me gusta, me gustan protagonistas con más iniciativa).
Precisamente esa ambientación que ya encontramos en Tokio Blues y la personal forma de contar historias de Haruki es lo mejor de la novela. Quizás lo que no me ha terminado de convencer es su intento dentro del mundo de la fantasía y la ciencia ficción; es interesante el experimento que realiza Murakami de mezclar su personal ambientación con estos generos, pero en mi opinión creo que intentó realizar un ambicioso experimento que me da la sensación que no terminó de redondear.
Para terminar os dejo con una interesante reflexión realizada en el libro sobre la posiblidad de la inmortalidad:
Aunque su cuerpo muera y su
consciencia se extinga por completo, su pensamiento, captado en el
instante anterior, seguirá fraccionándose eternamente. Recuerde la vieja
paradoja de la flecha que vuela. Aquello de "Una flecha que está en el
aire está detenida", es decir, que una flecha lanzada al aire en
realidad está en reposo. Pues bien, la muerte del cuerpo físico es la
flecha en el aire. Vuela en línea recta apuntando a su cerebro. Nadie
puede escapar a eso. Un día u otro, todas las personas mueren y su
cuerpo desaparece. El tiempo hace avanzar la flecha hacia delante. Sin
embargo, tal como he dicho, el pensamiento puede seguir fraccionando y
fraccionando el tiempo hasta el infinito. La flecha jamás dará en el
blanco.
-Es decir -dije- que es posible alcanzar la inmortalidad.
-Exacto.
En el pensamiento, el ser humano es inmortal. Para ser precisos, no
llega a ser inmortal, pero está muy cerca de una inmortalidad ilimitada.
La vida eterna.