Muchos hombres y mujeres partieron de lugares lejanos para colonizar estos nuevos pueblos, cada familia que llegara dispondría de una casa en propiedad. Además podrían
vivir trabajando en una parcela de 4-5 hectáreas utilizando una vaca y una yegua. Tanto el trozo de tierra como los animales en principio eran propiedad del Instituto Nacional de Colonización, pero poco a poco serían pagados con los propios beneficios de las cosechas y las crías de los animales.Uno de estos colonos oriundo de Santa Amalia partió de una finca de Cornalvo en dirección a uno de los nuevos pueblos: Guadiana del Caudillo. Tomó prestado de su padre una mula para llevar a su mujer embarazada e iniciaron el viaje temprano de madrugada. Un día entero tardaron en realizar los 60 kilómetros y llegar a su nuevo hogar. Sin embargo, el colono tenía que volver, había de devolver la mula a la finca donde trabajaba su padre. Así que tras dejar a su esposa realizó de nuevo un viaje de ida y vuelta teniendo que volver sólo y andando. Tras unos meses nació el primer niño que se bautizó en la iglesia de este pueblo de colonos. Ese niño fue mi padre.
Después de muchos años todo ha cambiado, hoy en día nos parece impensable que hace tan poco tiempo la mejor forma de viajar para nuestros abuelos era sobre una mula por un camino pedregoso.
Mi abuelo con mucho trabajo y sacrificio pudo sacar adelante su familia de tres hijos trabajando sus cuatro hectáreas, sin embargo, hoy en día nadie puede vivir de los beneficios que da una parcela de este tamaño; es más, en muchos casos sólo sale rentable su cultivo gracias a las subvenciones. Sin embargo, estos cultivos han permitido que en la zona se desarrolle cierta industria conservera y de transformación de alimentos que sí que da de comer a mucha gente.

































